domingo, 27 de noviembre de 2011

Momentos



"Aprende de quienes pueden enseñarte, y nunca permitas que la vida te pase por encima sin que la vivas"

Creo que la vida se basa en saber distinguir los momentos mediocres de los momentos sublimes. Se basa en saber ver los momentos que llenan, y en tener la capacidad de diferenciarlos de aquellos otros que nos rompen y resquebrajan. La mayoría de las personas están demasiado ocupadas empeñándose en mantener su indiferencia frente al mundo, y es ese pasotismo el que les priva de recordar los momentos puntuales que pueden marcarlos de por vida si son capaces de percibirlos. Seguramente sólo aquellos enamorados de la vida tengan la habilidad de reconocerlos entre los cientos de segundos que marcan nuestros días. Y es que esos momentos que brillan con luz propia son cortos, frágiles, inesperados… llenos de sentimiento y, en ocasiones, de pasión. Están llenos de contenido: un contenido sólo visible para aquellos que realmente desean ver. Son instantes efímeros, transparentes, casi sin forma… pero así mismo maravillosos.

Seguramente todo el mundo desea conseguir equilibrio y estabilidad. Yo siempre he pensado que el arma más poderosa que tenemos los seres humanos para conseguir ambos objetivos es el recuerdo, porque a través de él podemos evocar todos esos momentos puntuales de nuestro pasado: compararlos, medirlos y evaluarlos… y así encontrar serenidad. Sólo si somos capaces de ver el lado bueno y malo de las cosas, de recordar nuestros errores y de valorar nuestras virtudes, podremos seguir andando sin mirar atrás ni un instante. Todos hemos tenido momentos sublimes en nuestra vida, el único reto consiste en encontrarlos entre todos los pensamientos, acciones y recuerdos de nuestro pasado. Seguramente sean instantes difíciles de hallar, ya que si hemos estado ciegos toda nuestra vida, desear ver de la noche a la mañana sólo nos reportará fracaso y frustración. Sin embargo, el simple hecho de intentarlo, es la clave de la estabilidad tanto emocional como psicológica.

Sólo quienes abren la mente y los ojos, viven el día a día, y no dejan pasar ni un solo instante sin haberlo disfrutado serán capaces de discriminar entre los momentos que merecen la pena ser recordados y los que no. Serán solamente esas personas las que podrán vivir sintiéndose satisfechos consigo mismos, porque sabrán que en su mente únicamente reside un pasado lleno de cosas dignas de ser contadas.

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