A aquellos que no creen en las virtudes de la humanidad, que piensan que hay más cosas en el mundo aparte del cariño, que afirman que el amor no es la base de todas las cosas… yo os digo que estáis equivocados. No soy una romántica empedernida, no tengo las paredes pintadas de rosa, ni dibujo corazones en los márgenes de los libros. Espero, sin embargo, convencer a más de uno sobre este tema. Y es que, como siempre he dicho y siempre diré: el amor mueve montañas.
Cuando vosotros, los escépticos, oís esa palabra (“amor”) pensáis automáticamente en el amor romántico, en el amor de pareja. Pero nada más lejos de la realidad. Hay tantos tipos de amor que incluso a un experto le costaría nombrarlos todos. Yo hoy, en unas pocas líneas, desearía poder demostraros que todo, TODO en el mundo tiene que ver con el amor.
Y no, no voy a aceptar que me digáis que las desgracias y los asesinatos no tienen nada que ver con él cuando la mayoría se cometen por el amor a la codicia o por el amor a uno mismo. No me digáis que una madre que muere por salvar a su hijo no es una muerte por amor. Que nadie diga que un político corrupto no siente amor, porque lo siente por el dinero.
¿Vais acaso a convencerme de que unos padres heroinómanos que abandonan a sus hijos y los matan de hambre no sienten amor? Por supuesto que lo sienten, están enamorados de la droga. ¿Y aquellos que prefieren ver morir a un familiar por no proporcionarle un tratamiento porque su religión se lo impide? Amor hacia la fe, hacia Dios. Las guerras, incluso, se basan en el amor por el poder.
¡Por supuesto! Es obvio que muchos de estos tipos de amor son en los que nunca reparamos, porque simplemente no deseamos ver que existen y negamos su realidad. Pero existen. Son amores tóxicos, envenenados, que sin embargo pueden llegar a ser tan fuertes como el amor romántico y sano por un amigo, un novio, o una madre.
No soporto a quienes afirman que quienes queremos luchar por un mundo mejor estamos perdiendo el tiempo. No entiendo que alguien quiera vivir entre tanto amor podrido. La vida es un carrusel, el tiempo pasa, y se nos acaba el tiempo para elaborar nuestra propia guerra. No hablo de una guerra colectiva, sino de que cada uno haga una guerra particular: que practique entre los suyos unos valores cargados de cariño y afecto, pero siempre sabiendo ver en el horizonte todos esos amores tóxicos. Y es que sólo si sabemos que existen, sabremos como no rendirnos a ellos.
"A este ruido, tan huérfano de padre, no voy a permitirle que taladre un corazón podrido de latir"
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