Hoy me he descubierto mirando embobada un cuadro que hay colgado en mi habitación. Está pintado al óleo, y su autora fue en sus tiempos una gran artista. Esa artista de la que hablo era yo, que a mis 12 años adoraba llenarme las manos de pintura y emborronar lienzos a pinceladas. He sentido una punzada de añoranza y mi mente se ha llenado de imágenes de mi infancia. He recordado las buenas tardes jugando a los Power Ranger o a Xena, ¡la princesa guerrera! He recordado las confidencias con mis amigas, los secretos que creíamos tan serios e importantes, los novios con los que nunca llegaba a mediar siquiera una palabra. He recordado las series de televisión, los buenos dibujos de cartoon network de los que aún hoy muchos de nosotros recordamos sus canciones. ¡Me he acordado de lo que sufríamos jugando a los tazos! Un mal movimiento de muñeca y ¡zas! Lo perdías todo en un abrir y cerrar de ojos. Las Game Boys color, con las que nos intercambiábamos pokemon entre amigos en los minutos de recreo. ¿Y aquella tensión cuando entrabas en una cueva y no tenias “destello”? Llorábamos cuando veíamos morir a Mufasa en el Rey León, y reíamos a carcajadas con los libros de “Manolito gafotas”. Probablemente quien no haya hecho todas estas cosas se ha perdido una infancia maravillosa.
Lo más curioso en la vida de una persona es que cuando somos niños lo único que deseamos en el mundo es poder crecer para que dejen de tratarnos como a críos, mientras que cuando somos adultos lo daríamos todo por dejar de tener responsabilidades y poder volver a esos buenos años de nuestra niñez. Lo peor de todo esto es, seguramente, la presión social y las reglas morales y éticas que nos obligan a actuar como se espera de nuestra edad. Ver dibujos es para niños, ilusionarse por un nuevo videojuego está mal visto, ¿sonreír cuando ves peluches de tu infancia en un escaparate? ¡Eso no es propio de un adulto! ¿En qué momento nos hemos vuelto una sociedad tan agresiva y tan poco liberal? La respuesta, probablemente, sea que nunca hemos sido liberales. Intentamos aparentarlo, pero incluso nosotros mismos acabamos interiorizando estas normas, y recordándoselas a quienes se las saltan.
Y no solo somos poco liberales en el amor por la infancia y su añoranza. Aún miramos a otro lado cuando vemos a una pareja de homosexuales. Nos escandalizamos cuando nos enteramos de que en cierta pareja la mujer trabaja y el hombre está en casa. ¿Contratar a un chico para que cuide a mis hijos? No gracias, yo de ese no me fío.
Sé que mis conclusiones suelen ser un tanto revolucionarias y tal vez medianamente utópicas. Esta vez no va a ser diferente: creo que somos la generación clave para provocar cambios. Internet se está apropiando del mundo y nosotros tenemos la suerte de ser los dueños de las redes sociales. Estamos viviendo una época de retraso social y económico, y es por ello que en nosotros recae la responsabilidad de impulsar a este país proporcionándole unos valores que predominen por encima de las antiguas y retrógradas reglas. Alcanzar la libertad está solo en nuestras manos, en nuestra fuerza de corazón y en nuestras buenas intenciones. No sólo debemos intentarlo, sino que debemos conseguirlo.
"Las cadenas de la esclavitud solamente atan las manos: es la mente lo que hace al hombre libre o esclavo"
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